martes, 20 de julio de 2010

Comparaciones

La comparación suele ser utilizada como un método para tomar decisiones. Todos tendemos a comparar para poder luego elegir entre una cosa u otra. Sin embargo, cuando la comparación se aplica a personas, las cosas cambian, porque cuando comparas, favoreces a una de las partes y minimizas a la parte contraria...


Esas odiosas comparaciones ¿Te gusta que te comparen?...a los demás tampoco.

La comparación suele ser utilizada como un método para tomar decisiones. Todos tendemos a comparar para poder luego elegir entre una cosa u otra. Sin embargo, cuando la comparación se aplica a personas, las cosas cambian, porque cuando comparas, favoreces a una de las partes y minimizas a la parte contraria, es decir, ante una comparación, alguna de las partes sale perdiendo y lo deseable es que todos salgamos ganando al considerar nuestras diferencias y nuestra unicidad


Todos los seres humanos somos diferentes y únicos por una razón: “tenemos una misión propia que nadie más puede cumplir”. Hemos sido creados y diseñados de la manera perfecta para cumplir nuestra misión de vida. Nuestras características físicas, intelectuales y morales son requeridas para cumplir con esa tarea tan específica que la hace única e irrepetible. Basándonos en esta premisa, sería inútil compararnos con alguien más, puesto que nadie podrá cumplir con nuestra misión personal de vida ni nosotros podremos cumplir con la de alguien más. Nos queda claro, entonces, que comparar a nuestros esposos o esposas, hijos, hermanos, amigos o alumnos no nos traerá ningún beneficio, ni a ellos tampoco. Además, ¿qué ganamos?: frustración.


¿Qué tendríamos que hacer para cambiar esa frustración?: aceptarnos y aceptar a los demás con sus cualidades y defectos. ¿Alguna vez has intentado hacer volar a un conejo?, ¿alguna vez has intentado enseñar a hablar a un elefante? Y ¿por qué no?, pues porque sabes que ellos fueron creados para algo diferente. Jamás se te ocurriría comparar a un conejo con un elefante a la hora de realizar una tarea específica. De la misma manera, si consideramos que cada persona está dotada de habilidades y dominancias diferentes no podríamos pedirle que fuera exactamente igual que otra. Los seres humanos tenemos la capacidad de desarrollarnos en múltiples aspectos pero jamás seremos igual a alguien más. Por lo tanto, pedirle a tu hijo(a) o a tu esposo(a) que sean como el primo o el vecino(a) es una petición imposible de satisfacer y tú lo sabes. Además, ¿alguna vez te han pedido que seas como alguien más?, ¿cómo te sientes cuando eso pasa?, ¿te agrada que te comparen con otra persona cuando tu sales minimizado(a) con esa comparación? Yo creo que a nadie nos gusta y si recordamos la ley de oro en otras palabras: no hagamos a otros lo que no deseamos que nos hagan. Olvídate de comparar y dedícate a amar a los demás por lo que son: personas valiosas creadas para un fin determinado por el Creador.


No permitas las comparaciones en casa. En las familias en donde existen varios hijos, los padres tienden a comparar a unos con otros por sus cualidades y defectos. Creen que comparándolos les están enseñando a ser mejores pero, la triste realidad, es que generan sentimientos de ira, coraje, frustración y resentimiento. En lugar de comparar a tus hijos, ofréceles los recursos que necesitan para aprender lo que todavía no han aprendido y enséñales, con amor y mucha paciencia, aquello que requieren. Tus hijos necesitan de tu ejemplo para ser congruentes. ¿Te gustaría que ellos te compararan con alguien más o que te pidieran que fueras diferente? Si la respuesta es NO, entonces, deja de compararlos y de pedirles que sean como tal o cual persona. Te repito la solución: Acepta a todas las personas como son y verás cómo florecen con la fuerza de tu amor.

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