lunes, 19 de julio de 2010

MENSAJES OCULTOS

¿Qué tan consciente estás de los mensajes que dejas a tus hijos con lo que dices y con lo que haces? Recuerda que los hijos reciben el mensaje oculto de lo que hacemos y vivimos cotidianamente los padres...



Educar a las nuevas generaciones es uno de los retos más importantes que tenemos todos los adultos. Tanto maestros como padres de familia debemos comprometernos con la sociedad a dejar una trascendencia positiva que logre transformar la calidad de vida de nuestros niños y jóvenes para su futuro. Transformar ¿en qué sentido? Para empezar, la calidad de vida de una persona depende de sus pensamientos, sus emociones y sentimientos así como de sus acciones y actitudes a favor o en contra de sí misma o de los demás. ¿Queremos que nuestros hijos tengan una vida feliz, plena y productiva?, entonces, tenemos que comenzar a revisar los mensajes ocultos que enviamos a su inconsciente con nuestras palabras y nuestras actitudes.



¿Qué tan consciente estás de los mensajes que dejas a tus hijos con lo que dices y con lo que haces? Recuerda que los hijos reciben el mensaje oculto de lo que hacemos y vivimos cotidianamente los padres. Te pongo algunos ejemplos: “Un joven tira un papel en el suelo y la maestra le pide que por favor lo coloque en el bote de basura. El joven le dice que para eso le pagan a los intendentes y se retira del lugar”. ¿Qué le habrán enseñado los padres en casa? Si se dejan así las cosas, el joven aprenderá a dejar su responsabilidad moral y social en manos de otras personas y no le importará seguir ensuciando su entorno para que otros lo limpien. Además, la falta de obediencia y la actitud retadora y prepotente ante la solicitud de una figura de autoridad nos hace pensar que el joven vive en un entorno familiar permisivo y carente de sensibilidad. Ante esta situación, el adulto integral y formador hará una reflexión con el joven y le invitará a considerar algunos aspectos de la corresponsabilidad social y ecológica que todos tenemos.



“Una jovencita de apenas once años, empuja y golpea a su vecino de nueve años y le provoca una fractura leve. El niño ni siquiera supo el motivo de la agresión. Cuando la madre del niño habla con los padres de la joven, éstos la defienden y la justifican evadiendo así la reparación del daño causado. La joven aceptó su responsabilidad pero los padres no le permitieron asumir las consecuencias”. ¿Cuál cree usted que haya sido el mensaje para esa hija? El mensaje es: “Tu puedes hacer daño y salir impune con negaciones, excusas y justificaciones”. ¿Le parece un buen ejemplo para nuestros jóvenes?



Los padres conscientes de su labor como formadores, saben que sus hijos pueden caer en situaciones desagradables que impliquen asumir las consecuencias de las propias acciones. Si los adultos no les permitimos “sufrir” esas consecuencias, los jóvenes aprenderán a evadir responsabilidades y a “salirse con la suya”. ¿Es eso lo que queremos?, ¿es ese el tipo de ciudadanos que deseamos para nuestro futuro y el de nuestros hijos? A nadie le agrada pasar por situaciones de abuso e injusticia, pero, ¿qué tan dispuestos estamos a enseñarles a nuestros niños y jóvenes a enfrentar con honestidad y responsabilidad las consecuencias de sus errores?, ¿seremos lo suficientemente comprometidos para educar con hechos? Espero que sí, porque la sociedad se carcome a sí misma por estos actos de inconsciencia.



Estos ejemplos que les comparto son reales, tristemente les digo que no los inventé. Ojalá fueran parte de una fantasía o casos de ficción, pero no lo son. Son historias de la vida real y eso es lo preocupante, saber que los adultos no estamos siendo emocionalmente inteligentes para educar a nuestros hijos. La inteligencia emocional implica tolerar la frustración y generar recursos para enfrentar la realidad de las cosas, saber que podemos aprender de nuestros errores y generar una vida mejor para todos a nuestro alrededor, incluyendo a todos los seres y elementos de nuestro medio ambiente.



Tenemos que destacar los valores del respeto y la responsabilidad como factores insustituibles en la calidad de vida de una sociedad: el respeto a la vida, a las plantas, a los animales, a todos los seres humanos. Somos un todo. El daño que hacemos a los demás se nos revierte. Nuestra esperanza es que el bien que hacemos también se nos regrese.



¡Hagamos el bien, siempre! Vivamos en el amor y en el respeto a toda la creación y estaremos enviando a nuestros hijos el mensaje de que todos somos valiosos y tenemos la misma dignidad ante los ojos de Dios.



María Lourdes Valdés Conte

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