Si logramos hacer que nuestros hijos comprendan y asimilen estas cualidades y las vivan ellos mismos en sus relaciones de amistad, podremos ayudarlos a tener amigos y al mismo tiempo enseñarles a ser amigos...
La amistad es un asunto sumamente importante en la vida de cualquier ser humano. Me atrevo a considerarlo un tema de salud mental por el impacto que un amigo puede tener en nuestro bienestar emocional y social. Una definición de amigo podría parecer superficial e incompleta por el grado de trascendencia de un ser tan especial en nuestras vidas, pero, por cuestiones prácticas, consideraría algunas características a destacar, además de aclarar que para mí no cabe la clasificación de “buen amigo” o “mal amigo”. Un amigo siempre es un buen amigo, si tomamos en cuenta lo siguiente:
Amigo(a):
Es la persona con la cual nos sentimos verdaderamente aceptados y reconocidos con nuestras cualidades y defectos. Te quiere y te respeta por quien eres.
Es alguien con quien podemos compartir nuestros más íntimos pensamientos y sentimientos sin temor a ser juzgados.
Es alguien que te sostiene con su apoyo en los buenos y malos momentos de la vida y que siempre está ahí cuando lo necesitas, aunque no sea físicamente.
Es quien te habla con la verdad sin ofender y sin ofenderte.
Es quien te ayuda a convertirte en una mejor persona.
Si logramos hacer que nuestros hijos comprendan y asimilen estas cualidades y las vivan ellos mismos en sus relaciones de amistad, podremos ayudarlos a tener amigos y al mismo tiempo enseñarles a ser amigos.
Una buena manera de construir en nuestros hijos un concepto significativo de lo que es la amistad es mostrarles la manera personal de tratar a nuestros amigos para que se den cuenta de que la base de una buena relación está en el respeto y el amor. En lo particular, me siento orgullosa y feliz de poderle demostrar a mi hijo que los amigos perduran a través del tiempo y la distancia. Él sabe que cuento con amigas que conocí en mi infancia y que seguimos compartiendo una relación fortalecida por los años y las experiencias en común. El hecho de verlo y comprobarlo le permite tener una gran esperanza en la amistad verdadera.
Como sabemos, los niños y los jóvenes comienzan a relacionarse con otros con un primer deseo de no estar solos, de divertirse y compartir experiencias con alguien más. Poco a poco, descubren que sus intereses personales no siempre coinciden con los de sus similares y encuentran conflictos que tendrán que solucionar para seguir adelante con el juego o con la diversión. En esa separación de intereses comienzan a encontrar personas que comparten lo mismo que ellos o que los invitan a ver y hacer las cosas de una manera diferente. Nuestro deber de padres es orientar a nuestros hijos a cuestionarse acerca de las propuestas de otras personas en relación a sus valores personales y familiares. La presencia y la orientación cariñosa de los padres en los primeros intentos de escoger a los amigos son fundamentales. La función orientadora de los padres consiste en hacer preguntas cuyas respuestas lleven a los hijos a analizar y a decidir si las palabras y acciones de sus amigos son correctas y si se dirigen a hacer el bien. “Hacer lo correcto” y “hacer el bien” debe ser la base de la formación y la educación que demos a nuestros niños y jóvenes. Bajo la lupa del bien y del amor nuestros hijos aprenderán a tomar buenas decisiones y escogerán a sus amigos con seguridad y confianza.
También es bueno dejar claro a nuestros hijos que podemos equivocarnos al momento de elegir a nuestros amigos, pero que es importante aprender de una experiencia desagradable porque nos permite comparar e identificar lo que no nos conviene. Procura estar muy cerca de tu hijo(a) cuando tenga que vivir un momento de decepción o pérdida; recuerda que un amigo es alguien que nos sostiene con su apoyo en los buenos y malos momentos de la vida y que, aunque no sea tu rol principal, tu debes estar en la lista de sus mejores amigos.
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